Son aproximadamente 45 minutos más y estoy lista,
impecablemente peinada y vestida cruzo la puerta pidiéndole al cielo que el
sexy vecino haya salido en sus pantalones cortos y terriblemente calientes a
correr para darles esa mirada “baja bóxers” y tenerlo comiendo de mi mano lo
más pronto posible. ¡Hola vecinito, que bien que lo veo hoy! Digo al cruzarme
con él con una sonrisa de oreja a oreja mientras mi subconsciente piensa: Uy
papacito todo eso que es suyo muy pronto va a ser mío, cuando termina de pasar
miro descaradamente su perfecto, torneado y firme trasero, simplemente un
espectáculo.
Manejo con gracia hasta mi oficina, mentando a la pobre
madre de uno que otro desafortunado que tuvo la suerte de toparme en el camino,
espero en el embotellamiento cuando observo en el semáforo al quedar de primera
en la fila al malabarista que da su show mientras cambia la luz para luego
pedir dinero. Los pensamientos de siempre acechan mi mente, sexy malabarista de
semáforo si no fuera a trabajar me lo llevaría conmigo.
Entrar en la oficina es toda una carnicería. Mi mente se
nubla de pensamientos: ¡Uy Alberto si está rico! ¡Mario amor, con ese pajarito
hasta yo canto! ¡Ricardito se me cayó del frutero mango podrido, porque ya se
me pasó de bueno! ¡Fernando, con esa manguera deberías ser bombero! ¡Jajaja!,
la privacidad de mis pensamientos se regocija, mientras en mi exterior una
sonrisa deslumbrante y un buenos días es lo que se pronuncia para todos ellos.
¿Se imaginan? Así sería una mente femenina si pensara un
poco parecido a la de un hombre. Sí, lamento decepcionarlos pero lo anteriormente
descrito era una dimensión paralela, una explicación básica de cómo sería si
nosotras también fuéramos de Marte.
Básicamente así me imagino que funciona una mente masculina
la cual es una erección mental permanente dónde hasta el más fiel, si es que lo
hay, fantasea al menos una vez al día (teniendo mucha fe en la especie
masculina) con alguien que no es su novia.
Claro si para ellos “de lagartija para arriba todo es
cacería” y se les nota cuando desde tiempos inmemorables llegan a pasar chascos
debido a su falta de control sobre su “segundo cerebro” –si es que no es el
principal- cuando la maestra les pide pasar a la pizarra y no se pueden poner
de pie gracias a la tienda de campaña que tienen en sus pantalones, sí justo en
medio de sus piernas.
He ahí el punto del porque ellos son tan evidentes cuando
piensan en sexo, se traicionan a sí mismos al no poder moverse, levantarse,
acomodarse y mucho menos caminar luego de haber tenido pensamientos “pasados de
tono” en un restaurante de comida rápida.
Y he ahí mismo la razón por la cual se cree que las mujeres
piensan en sexo menos que los hombres, a nosotras no se nos nota nada y sabemos
disimular mejor. Eso, no quiere decir que no pensemos en sexo, científicamente
está comprobado que tenemos la mente igual de “inquieta” que los hombres y si
estamos en un grupo podemos ser hasta más “pervertidas” que ellos.
Una prueba más de que los hombres mienten más, pero las
mujeres mejor.
Así que lo leído anteriormente puede no ser tan de ciencia
ficción, podemos dejar la puerta abierta, a lo mejor… las mujeres de verdad
pensamos así.
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